Cómo nos gusta el verano. Es la estación más querida por todos, bueno o por muchos. La verdad es que no tengo ninguna estadística a mano que me confirme esto. Y la razón es que tiene muchas cosas a su favor: el buen tiempo, las vacaciones, los viajes a lugares diferentes de nuestro lugar de residencia, el cambio de rutina, incluso el cambio en la forma de vestir, el descanso y por supuesto, también el cambio en la dieta.
Nuestra alimentación nos acompaña por fuerza a lo largo de toda nuestra vida y acusa los cambios que vivimos en nuestra rutina. Por tanto, cuando nos vamos de vacaciones, nuestra dieta cambia si o si.
En estos días he tenido un animado intercambio de fotos con mis amigos y familiares sobre distintos manjares consumidos en sus periodos vacacionales. Es lo que tiene tener un blog de alimentación. En vez de fotos de playas te envían fotos de fabadas… Es broma, no me quejo en absoluto, me encanta.
La cuestión en este cambio de dieta estival es si este cambio es bueno o malo, si lo hacemos bien o lo podemos hacer mejor. En general tenemos la conciencia de que en vacaciones estropeamos bastante nuestra dieta. Tomamos más refrescos con aperitivos, consumimos algunos platos y postres que normalmente tenemos más controlados y también descuidamos las cantidades ingeridas.

Es complicado hacer aquí generalidades ya que habría que ver, caso por caso, si esos cambios son compensados con una mayor intensidad y frecuencia de ejercicio físico, o si esos platos extra se toman en cantidades adecuadas o no. Cada uno debe valorar esto.
Existen platos más energéticos y platos más ligeros. Podemos consumir más pescado y marisco ya que estamos en la playa, podemos tomar más comida a la brasa o barbacoas que se consumen al aire libre y la estación es propicia. Y al decir la palabra “barbacoa” todos pensamos en una parrilla llena de salchichas. Pero la barbacoa puede ser también de pescado.




Una buena estrategia es no dejar de consumir fruta y verdura en todas las comidas, ya que nos producen saciedad y ayudan a no comer tanto de los alimentos más calóricos. Así que nos pedimos una buena ensalada de primero o de acompañamiento.

Otra estrategia, sobre todo los días que preparemos nosotros la comida, es hacer platos únicos completos como un arroz con pollo y verduras o una ensalada de legumbres y hortalizas. Una rodaja de melón o sandía de postre y listo.


Un buen gazpacho y una rodaja de pan con queso o jamón, pueden ser también una comida rápida saludable, refrescante y desengrasante.

Y si además enseñamos a nuestro cuerpo (o debería decir a nuestra mente) a reducir el tamaño de las raciones, tendríamos finalmente una dieta ideal y verdaderamente “alegre” para disfrutar en el verano.
Mis agradecimientos a Pablo, Manuel, Belén, Alicia, Olga y Aurelio por las fotos que me habéis enviado.
Hola! Intentaremos seguir este dieta aunque en verano cuesta un montón no dejarse llevar en las comidas y cometer excesos. Gran post!
Bueno Tusdietas.net, tienes razón. Pero todo lo que cuesta tiene su recompensa. Bueno, todo no. Las dietas milagro supongo que también cuesta llevarlas a cabo, aunque no suelen proporcionar la recompensa esperada a largo plazo (que es lo que nos interesa realmente).